Relatos Subterráneos – Capítulo 03

Advertencia: Los nombres están cambiados para preservar la identidad y privacidad de las personas que han participado de estos acontecimientos “ficticios”. Un cariñoso saludo para ellos de mi parte, junto con saludar a todos los trabajadores y trabajadoras del Metro, sean internos o externos como lo fui yo. Cualquier coincidencia con la realidad es más que una coincidencia 😀

Capítulo 03 – Un invierno menos frío que el anterior, por favor.

Metro de Santiago - Macul (L4)

No saco malas fotos, eh. Comencé a trabajar en el mes de julio, durante los fines de semana. En Vicente Valdés terminé el turno empapado en sudor porque la estación es muy calurosa. Previendo esto, fui más desabrigado a trabajar el día domingo. El plan se me fue a la cresta cuando me dijeron que este día estaría en Macul.

Macul es una estación que amaba en mi etapa de pasajero. El diseño de la estación es diferente, muy fotogénico y tengo lindas fotos de los trenes Alstom acá. Pero, con el perdón de quienes trabajan en Macul, yo debo confesar que la odio para trabajar.

Ese domingo fue un día muy frío, llegué a reírme de la estación apodándola de «refrigerador«. Mucho después sabría que si Macul era eso, Los Presidentes que viene a ser un congelador. Mi primer turno en Macul fue muy aburrido. No había gente, el negocio estaba cerrado, las únicas preguntas que te hacían era para ver si podían pasar gratis, veía la hora en el torniquete y no hallaba la forma de que corriera más rápido el reloj.

Lo peor es que no puedes pedir acción en Macul, porque si la hay son hinchas que te destrozan todo. Mejor que sea una taza de leche fría. De lo que recuerdo de ese turno, una joven de mi edad no tenía saldo para llamar por celular (esto me suena muy conocido, ejem). Estuvo tanto rato esperando así que nos pusimos a conversar, después de media hora le presté el celular para que llamara y pudiera quedarse tranquila. Total, yo nunca ocupaba mi saldo y mi celular es tan viejito que en caso de un asalto me lo devolverían. Se sorprendió mucho con mi gesto y me lo agradeció.

Apenas se fue, Macul volvió a parecerme un refrigerador, sólo que más deprimente, había un par de parejas «despidiéndose«. Lo pongo en comillas, porque una despedida normal no dura más de 20 minutos. Le mandé un mensaje a mi polola de ese entonces porque la estaba empezando a echar de menos, un abrazo o cariño se hacía oportuno ante tal escenario. Varias veces me vi cantando mentalmente esa famosa canción de Los Prisioneros pidiendo un invierno más benevolente (entre otras cosas más, por supuesto).

La peor parte fue el cierre de estación. Soportar un turno dominguero en Macul me tenía las neuronas dormidas. No sabía el orden de los candados ni cómo atravesar la cadena. Intenté intuitivamente buscarle alguna lógica pero no, son muchos candados y no retuve todo lo que me dijo mi compañero. Cuento corto, cerca de medianoche tuve que atravesar corriendo la estación (de un acceso a otro) para ver cómo hizo él los candados, cosa de replicarlo en mi acceso antes de que pasara la van que nos llevaría a la casa. Para Alejandro (le llamaremos así), mi compañero de ese día, quedé como un primerizo bien tonto.

Yo les digo estas cosas de este modo porque es inevitable cometer errores. Tampoco me martirizo por ello, somos humanos y todos estamos en un constante aprendizaje. Nadie nace sabiendo ni hace las cosas «perfecto» en su primera vez. Al pasar los capítulos verán mi evolución 🙂

El fin de semana siguiente, para el día sábado me tocó otra estación emocionante: Rotonda Quilín. Hay similitudes y diferencias respecto de Macul. Ambas estaciones son refrigeradores y con bajo flujo de pasajeros, pero… Quilín es mi amor, Macul no.

(…)

Cada capítulo se publicará los días Miércoles, a ver si logro hacer los 52 capítulos que tengo pensados 🙂 Se vienen spin-off con participaciones de otros compañeros de labores 😀 , se van a reír con las cosas que pasan abajo en el Metro.

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Escritor y Blogger de Transportes
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