Relatos Subterráneos – Capítulo 05

Advertencia: Los nombres están cambiados para preservar la identidad y privacidad de las personas que han participado de estos acontecimientos “ficticios”. Un cariñoso saludo para ellos de mi parte, junto con saludar a todos los trabajadores y trabajadoras del Metro, sean internos o externos como lo fui yo. Cualquier coincidencia con la realidad es más que una coincidencia 😀

Capítulo 05 – Los 7 días

Metro de Santiago - Alstom AS2002 - Plaza Egaña (Línea 4)

Hoy es mi séptimo día de trabajo y mi cuarto fin de semana dedicado al trabajo. Estoy muy contento, el supervisor me ha contado que ha recibido buenos comentarios de los jefes de estación con los que he trabajado. Ya les había contado que éste sería mi primer trabajo remunerado con contrato, anteriormente mi hoja de curriculum tenía trabajos esporádicos. Se siente una gran dicha saber que te tienen fe y que vas a recibir una cierta cantidad de plata en un determinado momento, es poca plata pero a mí me llena.

Este mes ha sido bonito, creo que me he adaptado bien al entorno de trabajo, me siento más seguro y sé lo que hay que hacer, me he aprendido las claves radiales y ya conozco bien los procedimientos principales. Hoy estoy en Plaza Egaña, en los torniquetes. He estado en Vicente Valdés, Macul y Quilín, me tienen como relevo pero esto me gusta más, estar en una estación distinta cada día, cada estación es un mundo aparte, esto me permite aprender más.

Ha sido un poco raro estar ocupado los 7 días, estudiar de lunes a viernes y trabajar los sábados y domingos. Mi familia ha ido al cine, mis suegros me han invitado a comer, mis amigos han propuesto distintos paseos pero he tenido que renunciar a todo eso, no me siento mal ni desdichado por esto, asumo las cosas como son y soy feliz trabajando. Para estudiar tampoco me he hecho problema, me he planificado bien y siento que estoy más despierto, incluso.

– ¿Qué haces en esa hoja? – pregunta el guardia de la estación
– Anoto el número de servicio que cada tren tiene asignado para hoy – respondo tranquilo
– ¿Por qué? – me consulta extrañado
– Así cuando anuncian alguna persona con dificultades para desplazarse, veo el tren que está en la estación y sé cuántos trenes más debo dejar pasar – resuelvo con una sonrisa

Cada tren tiene dos números: un número de servicio o explotación que indica la línea donde trabaja el tren y la salida o postura que tiene en ese día (haciendo la equivalencia con cómo se trabaja en la programación de los buses urbanos) y el número que identifica ese tren o conjunto de carros de los demás. Cuando iba al colegio en la adolescencia, generalmente llegaba a Vicente Valdés a la misma hora y tomaba exactamente el mismo tren, todos los días de la semana. Nunca anoté el número de servicio, pero siempre me tocaba ese tren.

Hacer esa hoja era una curiosidad metódica y práctica. ¿Si anotaba la flota de trenes de los días sábados y domingos, coincidirían en todos los fines de semana? ¿Cuántos trenes estaban circulando los días sábados y domingos? ¿Cuál es la frecuencia de los trenes? ¿La frecuencia es realmente pareja? ¿Puedo observar cuánto afectan las averías y perturbaciones varias en la frecuencia de los trenes para anticipar el impacto que tiene en el volumen de personas? Por supuesto, también con esto podía esperar en el andén a las personas en situación de discapacidad que venían de otras estaciones con más tranquilidad 😉

La primera vez que me puse a cronometrar los trenes fue en Vicente Valdés. Estaba en el andén de dirección Puente Alto, fue un día domingo. En los días domingo la Línea 4 funciona solamente con trenes de 3 coches (se llaman módulos en realidad), mejor conocidos como «trenes cortos«. Mis compañeros normalmente gritaban todo el rato que el tren era corto para que las personas se ubicaran en el andén.

Mi voz es baja y después de hablar mucho, por poca costumbre, es común que me duela la garganta. Así que improvisé una solución, saqué el celular y comencé a cronometrar los trenes. Cuando faltaba un minuto y medio para que llegara el tren, me acercaba a las personas del extremo del andén y le indicaba a cada una que el tren era corto para que se reubicaran y de paso les sonreía. Santo remedio, tenía los trenes ordenaditos y no tenía que forzar la voz, además que la gente se alegraba al verme y bromeaba conmigo, casi nunca malas caras.

– Joven, ¡estoy muy enojada! Llevo mucho rato tratando de combinar en Vicuña Mackenna y todos me han indicado mal, llegué a la estación pero me confundí de tren y volví a estar acá en Vicente Valdés, ¡no quiero volver a estar aquí! – me decía una pasajera ofuscada

Siempre recuerden a los Pingüinos de Madagascar: «Sonrían y saluden muchachos«. Más allá del trato con público, es una buena filosofía de vida, ¡sirve mucho! Las personas se serenan cuando tú estás sereno y las tomas en cuenta. Saludar y sonreír son pequeños detalles que te ayudan a abrir caminos en la vida.

– Tranquila, yo le voy a ayudar. Mire, yo conozco bien esta estación y Vicuña Mackenna, llevo años haciendo su viaje así que no se preocupe, no me volverá a ver. Si la veo de nuevo, de puro mensa la voy a retar pero le voy a indicar todo otra vez, paso por paso, hasta que llegue adonde quiere, ¿estamos?

Se acabó el ceño fruncido y la frustración al momento de brindarle seguridad y atenderla como persona. Cuando le dije que la iba a retar, en un tono de broma y dulzura, la señora no pudo evitar reírse conmigo. Tomé el mapa que tenía en el bolsillo, le expliqué lo que tenía que hacer con lentitud y le pedí que me lo repitiera.

– Hago cambio de andén, tomo el tren y en Vicuña Mackenna, subo la primera escalera que vea. ¿Eso es? ¿Estoy bien?
– Sí, ve que no se va a perder y yo que quería verla de nuevo.
– Jajaja. ¿De verdad que no es nada más?
– Nada más, confíe en mí, el tren que va a La Cisterna abre las puertas por ambos lados y solo hay una vía. Usted sube por cualquier escalera y combina, así que no se preocupe y vaya tranquila.

La señora se fue radiante y serena, me agradeció y cambió de andén. Antes de que llegara su tren, me volteé para mirar y se despidió dando las gracias. Obviamente, no la volví a ver. Me gusta atender a los pasajeros así, preocupándome por ellos aunque quizá me demore. No voy a inventarles que es porque me gustaría que así trataran a mi papá, mamá, futuro hijo/a o lo que sea, lo hago porque me nace no más, me gusta contener y que las personas se suelten, que se vayan sonriendo.

Yo también me fui sonriendo al final de ese turno. Marta me comunicó que una pasajera se había acercado a la jefa de estación para mandarle una felicitación, aparentemente la había atendido muy bien y se dio el trabajo de dejar un mensaje positivo. No sé si fue más bonito eso o cerrar la estación.

Desde los 13 años que tomo fotos en el Metro, he fotografiado todas las estaciones y probablemente todos los trenes, me deben faltar un par pero eso no me preocupa mayormente. Si a los 15 años alguien me hubiese dicho que estaría trabajando en esto y que cerraría Vicente Valdés no lo hubiese creído. ¿Qué diría ese Ariel de 15 años sobre lo que hace este Ariel de 21? Estaría feliz de estar donde las papas queman.

– Tren 408, viene una persona en situación de discapacidad por vía 1.

Pero eso, eso lo cuento en el próximo capítulo. Me toca bajar al andén, en un minuto más llega ese tren.

(…)

Cada capítulo se publicará los días Miércoles, a ver si logro hacer los 52 capítulos que tengo pensados 🙂 Se vienen spin-off con participaciones de otros compañeros de labores 😀 , se van a reír con las cosas que pasan abajo en el Metro.

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Escritor y Blogger de Transportes
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