Parábola de la deuda y la misericordia

Hago este estudio bíblico, orando y pidiendo porque sea útil para algún hermano o alguien que necesite de este arroyo de agua, pidiendo que sea el Espíritu Santo quien me inspire y pueda dejar su huella en esto.

Leyendo en estos días, después de haber escrito otra predicación y un capítulo de una de las series que publico aquí, me tocó mucho la «parábola de los deudores» o, como se dice en Mateo 18: los dos deudores. Los invito a acompañarme con una explicación superficial y otra más profunda, espero que sea algo de bendición para ustedes. Si alguno quiere enseñar esto, lea y estudie, haga un contraste entre lo que dice la Escritura y lo que plantearé para que haya discernimiento, de forma que no sólo lo copie sino que pueda reflexionar y captar más para sus hermanos, hay que dar mucho fruto 🙂

«Por lo cual (dice Jesús) el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno de los que le debía diez mil talentos. A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer, y a sus hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda.

Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda.

Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.

Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado.

Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que debía.

Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a sus hermanos sus ofensas» Mateo 18:23-35

En mis primeras lecturas, hace ya varios años, en la adolescencia, yo lo leía y me parecía muy lógico, ¡pero obvio! Podría extenderme en la conversión de las monedas, hay gente que lo hace y tiene la cifra exacta, pero el propósito de la parábola no es que saquemos la calculadora. En términos sencillos, el denario era el pago diario de un trabajador, mientras que el talento era una unidad de moneda que involucraba muchos denarios. O sea, el primer deudor tenía una deuda millonaria y el segundo deudor, debía muy poquito en comparación.

Si yo soy deudor y le debo a otro mayor, ¿no debería tener la misma piedad por aquel que me debe a mí? De no serlo, sería hipócrita por decir lo menos. Una persona justa estaría agradecida de su rey que le perdonó la deuda y por su justicia también haría lo mismo por otra persona. ¿Es lógico? ¿No?

Ahora bien, la parábola no quiere enseñarnos (sólo) acerca de la hipocresía. En una lectura superficial, uno puede decir «ya, sí, ok, la entiendo y no debo hacer a otros lo que no me gustaría que me hicieran» y puede involucrarlo con otras ocasiones en que Jesús nos habla de que no debemos ser jueces.

«No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?

¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano. No déis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen» Mateo 7:1-6

En esos años, ése fue mi error, ser juez. Nadie es perfecto, yo caí en eso, por eso leer esta parábola después de volver al redil tiene tanto sentido. ¿Saben cuánto gozo se pierde por rencillas, por rencores, por orgullo? Porque es cierto, somos salvos en la medida que confesamos que Jesús es nuestro Salvador, tenemos fe en Él y sabemos que Él nos redimió.

Pero, también debemos pensar de un modo más profundo: somos semillas, cada uno de nosotros somos semillas, podemos caer en buena tierra o no, pero si somos llamados por Dios para ser parte de su pueblo, si tenemos ese tremendo privilegio, no es para dejarnos marchitar por las cosas terrenales, es para buscarlo a Él, no en ritos ni en palabras vanas, en acciones, en leer la Biblia, en preguntar, en orar, en pedir con humildad.

«¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis en envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis; pero no tenéis lo que deseáis porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye en enemigo de Dios?» Santiago 4:1-4

Hay veces en que yo no entiendo algo, pero pido a Dios que me enseñe, sé que va a pasar mi vida entera y hay cosas que no sabré, pero eso no quita que quiera saber más para tener la palabra justa, por conocer más de Él, por poder aprender cosas que puedan servirle a otros y también a mí, para no cometer un error, para poder darle la mano a otro y ayudarle a seguir en el camino de Jesús. Porque no tiene gracia saber, si no es para compartir y edificar.

«Seguid el amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis. Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios. Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación«. 1 Corintios 14:1-3

Nosotros somos deudores de Dios, de Jesús. Yo no quiero que lo entiendas solamente, como para que se quede en tu mente y lo medites y digas «sí, está bien«. ¡No! Quiero que te muevas, que comprendas la urgencia, que no te confíes en tu propia prudencia. Debes ser un cristiano perseverante, buscar a Dios ante todas las cosas, leer la Biblia, compartir con tus hermanos y con otras personas acerca de Jesús, debes ser misericordioso, no por un día o dos, por tu vida. Es un deber moral, es una deuda que tienes con el rey.

Piénsalo de este modo. Hay muchas personas en este mundo que están entregadas a hacer maldad, a vivir miseria, a vivir en vanidades, en cosas que van y vienen, se pierden buscando respuestas en otros dioses, en la riqueza, en los placeres mundanos, en prácticas que no edifican, actuando por miedo o como respuesta a su falta de amor. ¡Hay personas perdidas por todas partes!

No puedes quedarte en el sillón, cómodo, viendo televisión, yendo a un culto un tal día y no hacer nada después, Dios te eligió, te apartó de entre todos ellos y no fue porque fueses el más listo, el más inteligente, el más especial, el mejor de todos, no, vaya a saber con qué criterio nos eligió, pero lo hizo, tenemos el privilegio de ser parte de su pueblo. ¿Qué cosas eliges tú? ¿Elegiste nacer en el lugar donde naciste? ¿Elegiste tener o no tener a tus padres contigo? ¿Elegiste el idioma que aprendiste como lengua materna? Dios tenía un plan para ti, te hizo nacer ahí donde naciste para algo, pero también lo hizo de ese modo para que te des cuenta que las cosas que tienes, no son tuyas, que Él manda y no tú.

«Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desparramados; derribados, mas no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos» 2 Corintios 4:7-10

Nosotros podemos tratar de ser justos, lo ideal sería ser un espejo de Cristo, pero somos «vasos de barro», no solamente somos moldeables (como cuando Isaías refiere a Dios como alfarero y nosotros como vasijas) sino que somos polvo, somos vanidad, nosotros vamos, estamos un rato en la Tierra y nuestra carne vuelve al polvo de la Tierra. En otro texto que hice antes decía que éramos como flores, no por ser particularmente hermosas (Dios se goza con su pueblo, nos eligió), sino porque sin su amor, sin sus cuidados, nada somos, moriríamos, fuera de Dios, el mundo mata nuestro espíritu y perdemos la vida en cosas que no sirven para nada.

«Le dijo Jesús (a Marta): Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?

(Marta) le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo» Juan 11:25-27

Jesús, siendo Hijo de Dios y viniendo como hombre de carne y hueso, fue tentado, pasó por nuestros problemas, estuvo en las sinagogas de los judíos predicando, yendo de pueblo en pueblo sanando a las personas no sólo de sus dolencias físicas o de espíritus demoniacos, sino que iba entregando el mensaje de Dios, su Palabra, iba apacentando sus ovejas y dándonos a entender también que él quiere amor, quiere que seamos tan amorosos como él, no quiere que seamos jueces, no sólo para que no seamos hipócritas, sino porque debe abundar en nosotros el amor.

Revisemos varios pasajes de las Escrituras:

«(Jesús) Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre y se levantó a leer. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:

El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos. Y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor.

Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comnzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros» Mateo 4:16-21

Jesús vino para liberarnos del pecado, del mundo, se sacrificó por nosotros en la cruz, sin ver corrupción (cuando nosotros sí vemos pecado, sí vemos corrupción) para que fuésemos salvos, aunque no tenemos cómo pagarle ni aún con toda una vida de servicio, por justicia nosotros no merecíamos otra cosa más que la muerte. Me detendré en la corrupción y la justicia.

«Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el determinado y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella.

Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido. Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua, y aun mi carne permanecerá en esperanza; porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción. Me hiciste conocer los caminos de la vida; me harás llenar de gozo con tu presencia.

Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está hasta el día de hoy. Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción.

A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos» Hechos 2:22-32

Jesús no vio pecado, fue la única persona de corazón realmente recta, por eso dice «ni su carne vio corrupción«, sus frutos no eran de carne sino de Espíritu, tal como después los iba a explicar Pablo en una de sus epístolas, haciendo la distinción entre las cosas de la carne y del Espíritu.

«Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud» Gálatas 5:1

¿Qué esclavitud? Si lo tomamos fuera de contexto, podríamos pensar que se refiere a la carne, pero no es el caso, es la ley. Pablo se está refiriendo a la ley primero.

«De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído. Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia; porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor.» Gálatas 5:4-6

Nótese con mucha atención: si te justificas por ley, dejaste de tener gracia. En otras palabras, no somos salvos por ser «justos», ciertamente debemos guardar la ley y guardarnos de cometer pecados, buscar a Dios de todo corazón y con todas nuestras fuerzas, pero si somos salvos no va a ser por justicia, sino por fe, fe que obra por el amor (a Jesús).

«Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.

Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.

Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.

Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.» Gálatas 5:16-26

Mucha atención, dice: «los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos«. Hay todo un tema, ¿realmente podemos llegar a ser tan justos como Cristo? Podemos intentarlo, podemos tratar, pero no podemos, somos imperfectos, nos volvemos más perfectos a medida que amamos más. Medita respecto a tus pensamientos durante el día, a lo mejor no cometes los pecados más grandes que aparecen en esos versículos, pero…¿tienes ira contra alguien?, ¿piensas mal de alguien?, ¿hablas mal de alguien a sus espaldas?, ¿tienes malos pensamientos?, ¿te sientes dolido contra alguien y guardas rencor?, ¿sientes que eres perfecto en tu caminar y se te sube la justicia por la cabeza, no pudiendo entender que debes amar y no juzgar?

«Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?

Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.

Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás. Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?

Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo.

Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.

Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?

Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.» Lucas 10:25-37

Nosotros no somos justos, sino cuando amamos. Cuando nos vemos en el otro, cuando comprendemos que el dolor del otro también es nuestro dolor, no solamente por una cuestión de empatía, sino para actuar. Si vemos que hay tanto dolor en el mundo, que hay tantas ovejas perdidas, que somos deudores de Jesús por cuanto perdonó nuestra millonaria deuda de pecados, ¿cómo no vamos a ir a salvar y llevar ovejas al redil de nuestro gran pastor, Jesús? ¿Cómo no vamos a tener misericordia de esas almas perdidas? ¿Cómo no vamos a celebrar cuando alguien es librado de la muerte y vuelve a la vida por la gracia de Dios?

«Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe» Efesios 2:8-9

Dios nos eligió, ¡nos eligió! Ni siquiera nosotros elegimos ese llamado, sí podemos desecharlo y renegar de ello, ser rebeldes, pero ¿qué contentamiento hay en el mundo? Estar alejado de Dios es el peor castigo que podemos tener, vivir ese exilio, haber sido llamado por Dios y no haber respondido, ¿cómo no va a doler? ¿Cuántas almas están por ahí, moribundas, y me viene a llamar a mí que no estoy disponible? Imagínense, lo afortunados que somos, estamos en un mundo de miseria, de pobreza espiritual, con personas que hacen apostasía y otras personas que tratan a la Biblia como un libro de fantasía, y de entre todas las personas, Dios eligió hacer que nos sacáramos la lotería, que pudiésemos ser verdaderamente ricos en tesoros del Espíritu y no perdernos en la vanidad del mundo, para edificar y llevar su mensaje, ¿cómo no estar agradecido de eso?

«Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.» 1 Timoteo 6:6-10

¿Pero y si no me escuchan? ¿Qué hago si no me escuchan? Es triste, hace un par de noches yo oraba, decía: «Señor, ¿cómo puedo mejorar?, ¿de verdad soy tan mal siervo? Sé que no soy pastor, pero no conozco oveja que yo haya tenido en mis manos que se haya ido por otro camino. Me duele tanto, tanto, no me importa que esa persona (alguien) no me vuelva a ver o no converse conmigo, pero por piedad, sé que a lo mejor era una semilla que debía caer en la piedra. Pero tú Señor, eres tan grande, ¿no podrías moverla y hacer que esa semilla caiga en un macetero? Aunque esa persona no me vuelva a ver, ni sepa de mí, ¡pero que se salve! Que se vuelva de sus caminos, porque te conoció y se perdió, y ahora es infeliz».

Dios respondió mi oración, esa persona no es que se haya convertido inmediatamente, ¡no! Las cosas no suceden así, no es magia, no es una varita, tú no vas diciendo quién es salvo y quién no. Pero sí está bien que ores, que pidas, que evangelices, que te muevas, que trates de honrar a Dios y predicar.

«Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí.

No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre. De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron.

Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.» Juan 6:44-51

A veces, las palabras demoran en brotar, uno solamente es un instrumento, uno va y deja una palabra, un tratado, conversa con alguien, es amigo de alguien, etc, pero esas personas que reciben el mensaje pueden reaccionar después y nunca lo vamos a saber, ¡suena ingrato pero es así! Yo mismo, acá en Santiago, había cometido un error y me sentía bastante mal conmigo mismo, porque claro, a nadie le gusta equivocarse ni menos después reconocer su culpa.

En un suceso extraño, se subieron unos jóvenes a predicar en la micro, yo ando mucho en micro acá y verán aquí que he recorrido casi media ciudad, pero ha sido la única vez que he visto una predicación sincera en el bus, sin pedir dinero de por medio y con inspiración real. Los jóvenes me dieron un pan de vida y me cuadró demasiado, era la palabra precisa en el momento preciso. Ellos se bajaron y probablemente hicieron su vida, yo creo que ni se deben acordar; pero yo, han pasado los años y lo recuerdo, tengo ese versículo grabado en mi corazón para no olvidar nunca.

Es así, hay otras personas que se alejan y vuelven después de años, hay otras personas que están en congregaciones pero no aman realmente a Dios, hay personas que han cometido muchas faltas y vuelven arrepentidos y así, nosotros no manejamos eso, pero sí debemos velar por ser correctos, por abrir la puerta, por recibir con amor, por ser como Jesús. No podemos tener rencor, ni enojo, ni dejarnos llevar por pasiones carnales, debemos tener la perspectiva para ver que perseguir los frutos del Espíritu es mucho más provechoso y mucho más hermoso que perder nuestro tiempo en cosas vanas de esta Tierra. Esto no quiere decir que no trabajemos, ni estudiemos, pero sí que tengamos claras nuestras prioridades.

«Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.» Juan 6:37-40

Sirve a Dios, a veces uno piensa en multitudes y auditorios completos, pero partamos por casa, preocuparse de que la familia tenga un buen nivel espiritual, conversar y estudiar la Biblia juntos, compartir; después vamos hacia la calle, con las personas con quienes compartimos a diario, nuestros compañeros, nuestros hermanos, pasajeros, los que sean. ¿No es lindo? Que Dios haya puesto sus ojos en ti para que le sirvas, pudiendo haber sido alguien que servía a las riquezas, las miserias y las vanidades de este mundo, cosas que van y vienen pero que no sirven a nuestro Espíritu.

Muchas bendiciones para ustedes, tengan paz y perseverancia, sigan leyendo, orando, buscando a Dios con todo su corazón, con humildad, con amor, con mucho amor, recuerden ser misericordiosos y perdonen, perdonen todas las cosas que les han hecho, libérense de esos dolores, no guarden rencor, amargura, busquen la santidad, busquen la bondad, busquen el Espíritu y ser amorosos.

«Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió.

Y aconteció que estando él sentado a la mesa en la casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos.
Cuando vieron esto los fariseos, dijeron a los discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores?

Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.
Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento.» Mateo 9:9-13

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