Yo y mi casa serviremos al Señor

Esta predicación tiene que ver con la necesidad de buscar, de querer, de constituir una familia que realmente sirva a Dios, en medio de un mundo lleno de perdición, de cosas vanas y que no edifican, en medio de peligro y de la posibilidad de desvío, de falta de disciplina, entre otras cosas. Nuevamente, así como en otras predicaciones anteriores, más que exponer mis ideas o dar a conocer lo que pienso, me gustaría poder presentarles algo que sea inspirado verdaderamente por el Espíritu Santo, que sea algo que edifique y que llegue a sus corazones a través de su Palabra, no de mis ideas.

Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová.” Josué 24:15

Este versículo es bastante famoso, si uno empieza a poner en google “yo y mi casa serviremos…” se llena solito, pero hay que tomar su contexto y tomarle el peso a las palabras que decía Josué. En ese momento (Josué 24), Josué se está despidiendo de Israel, pensando en que pronto iba a morir, entonces él los insta a que sirvan a Jehová, diciendo que aunque otros sirvan a otros dioses, él y su casa servirían a Jehová, les instaba a seguir sus pasos.

Entonces el pueblo respondió y dijo: Nunca tal acontezca, que dejemos a Jehová para servir a otros dioses; porque Jehová nuestro Dios es el que nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre; el que ha hecho estas grandes señales, y nos ha guardado por todo el camino por donde hemos andado, y en todos los pueblos por entre los cuales pasamos. Y Jehová arrojó de delante de nosotros a todos los pueblos, y al amorreo que habitaba en la tierra; nosotros, pues, también serviremos a Jehová, porque él es nuestro Dios.

Entonces Josué dijo al pueblo: No podréis servir a Jehová, porque él es Dios santo, y Dios celoso; no sufrirá vuestras rebeliones y vuestros pecados. Si dejareis a Jehová y sirviereis a dioses ajenos, él se volverá y os hará mal, y os consumirá, después que os ha hecho bien.

El pueblo entonces dijo a Josué: No, sino que a Jehová serviremos.

Y Josué respondió al pueblo: Vosotros sois testigos contra vosotros mismos, de que habéis elegido a Jehová para servirle. Y ellos respondieron: Testigos somos. Quitad, pues, ahora los dioses ajenos que están entre vosotros, e inclinad vuestro corazón a Jehová Dios de Israel.

Y el pueblo respondió a Josué: A Jehová nuestro Dios serviremos, y a su voz obedeceremos.” Josué 24:16-24

En primer lugar, señalar que Josué era un tremendo hombre de Dios. Para quienes no estén familiarizados con el contexto de esta historia, Josué fue el continuador de Moisés en el tránsito de Israel hacia la Tierra Prometida, siendo un líder que avanzó en la conquista de estas tierras. Es lógico, con todas las vivencias que tuvo, que tuviese plena confianza en Jehová y quisiese servirle siempre, junto con que sirvieran los suyos.

En segunda instancia, Josué hace una advertencia a Israel respecto de lo que significa servir a Dios. No es una cosa que uno haga a la ligera, no es una decisión tibia, es una decisión que debe ser fundamentada y madura. Las consecuencias de no servir a Dios son caras, Josué dice: “Si dejareis a Jehová y sirviereis a dioses ajenos, él se volverá y os hará mal, y os consumirá, después que os ha hecho bien” y bien se puede comprobar en el libro de Jueces, que tal ocurrió (capítulo 2). Uno debe ser fiel a Dios, en tiempos buenos y tiempos malos.

La pregunta de cajón ahora es: en estos tiempos, ¿qué podría ser “una casa que sirviera al Señor“?

Recuerdo muchas casas, muchas personas que conocí, que a veces iban a misa o iban a culto (dependiendo de la religión que profesaren), pero que no siempre lo hacían por querer estar cerca de Dios, sino por otros fines (sociales, costumbre, obligación moral, etc). O se decían “somos tal y cual cosa”, pero nunca leían la Biblia, nunca conversaban de la Palabra de Dios, nunca meditaban y vivían su vida como si Jesús hubiese pasado desapercibido.

Jesús cambia vidas, él viene a buscar lo que se había perdido. No podemos ser indiferentes ni podemos estar haciendo las cosas por mera costumbre, debemos hacerlas genuinamente, ¡de corazón! Debemos buscar a Dios, nuestra casa debe buscar al Señor.

Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto. Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar, volvía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías.

Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro. Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees?

El dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él.

El pasaje de la Escritura que leía era este:
Como oveja a la muerte fue llevado;
Y como cordero mudo delante del que lo trasquila,
Así no abrió su boca.
En su humillación no se le hizo justicia;
Mas su generación, ¿quién la contará?
Porque fue quitada de la tierra su vida.

Respondiendo el eunuco, dijo a Felipe: Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro?
Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús. Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?
Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.
Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó.
Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino.” Hechos 8:26-39

Debemos ser solícitos con el Señor, acá Felipe se movió por el Espíritu y fue a conversar con el etíope, le explicó lo que significaba su lectura de Isaías 53 y le predicó el evangelio de Jesús. Una predicación no es una cosa ligera, el servicio a Dios no es una cosa ligera, para poder hacerlo uno debe tener en su corazón a Dios. Hay una promesa muy linda, que también Dios hace por medio de Jeremías.

He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová.

Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.

Así ha dicho Jehová, que da el sol para luz del día, las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la noche, que parte el mar, y braman sus ondas; Jehová de los ejércitos es su nombre: Si faltaren estas leyes delante de mí, dice Jehová, también la descendencia de Israel faltará para no ser nación delante de mí eternamente.” Jeremías 31:31-36

Nótese: “Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.“, ¡eso! A eso debemos aspirar como cristianos, a esto debemos aspirar también cuando formamos una familia, a ser fieles servidores de Dios, a servir de corazón y no por otros motivos, a escudriñar la Palabra de Dios y buscarlo continuamente.

Ahora pues, dice Jehová, el que me formó desde el vientre para ser su siervo, para hacer volver a él a Jacob y para congregarle a Israel (porque estimado seré en los ojos de Jehová, y el Dios mío será mi fuerza); dice: Poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra.

Así ha dicho Jehová, Redentor de Israel, el Santo suyo, al menospreciado de alma, al abominado de las naciones, al siervo de los tiranos: Verán reyes, y se levantarán príncipes, y adorarán por Jehová; porque fiel es el Santo de Israel, el cual te escogió.” Isaías 49:5-7

Isaías, en este pasaje, se refiere a Jesús, “por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra”; “al menospreciado de alma, al abominado de las naciones”. Jesús nos enseña muchas cosas de naturaleza divina y que no son parte de lo que normalmente hacemos como humanidad. Los seres humanos no obramos bien, queremos tener reconocimiento, poder, venganza, tenemos orgullo, realizamos acciones malas y tenemos malos pensamientos. Si queremos tener una familia que realmente sirva a Dios, debemos estudiar y ser como Jesús, debemos procurar tener el amor de Jesús.

Ahora, este tipo de cosas no se resuelven por mero deseo. A diferencia de lo que sería “querer un pan” e ir a la panadería a comprar ese pan, uno no dice “deseo tener el amor de Jesús” y voilá, lo tiene. ¡No! En absoluto, puedes ir a la iglesia y leer la Biblia un montón de veces, pero eso no implica que necesariamente vayas a recibir a Jesús, uno debe tener fe.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.

Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.” Juan 3:16-21

Dios nos ama, nos ama tanto que dio a Jesús para poder redimirnos, para salvarnos, porque nosotros bajo la ley no podíamos. Ninguno de nosotros es perfecto, ninguno de nosotros tiene un corazón puro, ninguno de nosotros puede decir que jamás en toda su vida ha mentido o ha cometido alguna falta, todos hemos juzgado alguna vez o hemos tenido malos pensamientos. Nosotros debemos buscar la luz de Dios, buscar a Jesús, recibir la Palabra de Dios, andar conforme a las Escrituras. Antes que a seres humanos, debemos servir a Dios.

Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida. El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” Juan 3:34-36

Dios no da el Espíritu por medida, no es que nosotros seamos “10% espirituales y 90% carnales” y que vayamos aumentando ese porcentaje, o que a unos le haya dado más que a otros. Nosotros, somos o no somos. La pregunta dura es si realmente hemos recibido a Cristo como nuestro Salvador, si realmente somos servidores de Jesús, si en nuestra casa la Biblia no está de adorno y realmente disponemos nuestro corazón para recibir la Palabra de Dios. Ése es el tema.

Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” Juan 4:24

¿O sea que ir a una iglesia a cantar y leer la Biblia, pero no tener a Dios en nuestro corazón, no es una adoración? Claro, nosotros debemos aspirar a que Dios habite en nuestros corazones, así como Josué, que por la fe que tenía deseaba servir a Dios y que su casa también hiciera lo mismo. A eso debemos aspirar cuando decimos que queremos que nuestra casa sirva a Dios.

De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida. De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán.

Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre. No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.” Juan 5:24-29

Cuando creemos en Jesús, cuando creemos que Él vino, nos redimió de nuestros pecados y sufrió el calvario por nosotros aún sin merecerlo, pasamos de muerte a vida, pasamos de carne a Espíritu, que es finalmente lo que he hecho hincapié de que es lo que debemos aspirar.

¿Qué nos espera si nos convertimos espiritualmente? Uhm, hay muchas personas que tienen distintas teorías (teologías) y te hablan de bendiciones económicas, prosperidad y otro montón de cuestiones, pero en realidad lo que se nos promete son riquezas espirituales, no otras cosas (que sí, pueden venir añadidas, pero no son lo esencial).

Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.

Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.

Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.

No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.” Gálatas 5:16-26

En esta carta de Pablo se puede resumir la diferencia entre una familia (o alguien) que sirve verdaderamente a Dios, y una persona que obedece a los deseos de la carne. Si quieres tener una familia que sirva a Dios, si quieres servir a Dios de corazón, si recibes a Jesús verdaderamente, tus frutos serán amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. ¿Qué me dices? ¡Es hermoso! ¡Quién no quisiera eso para su vida y para la vida de sus hijos!

Por otra parte, el caso contrario, los deseos de la carne, los deseos que gobiernan el mundo en que nos movemos, pues tienen como frutos: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas, ¿hay de verdad alguien que quiera todas esas cosas? ¿de verdad hay gente que rechaza a Dios y quiere recibir eso como pago? ¿ustedes pueden ver estas cosas en quienes no sirven a Dios? ¿quieren eso? ¡No!

Nosotros no debemos juzgar, ya lo abordé en detalle cuando prediqué sobre la Parábola de la deuda y tener misericordia, pero en términos muy sencillos, esas personas que no conocen a Dios, bueno, muchas de ellas no han tenido a alguien que les haya hablado de Dios. Nosotros no debemos odiar ni juzgar (aunque sí debemos aborrecer el pecado), sino amar y predicar, ser como Jesús, seguir su ejemplo, buscar crecer espiritualmente.

Uhm, hay personas que a lo mejor están leyendo esto y dicen ¿y cómo recibo a Jesús?, ¿y cómo me alimento espiritualmente?, ¿y cómo puedo evitar ser parte del mundo, de los que siguen los deseos de la carne? La respuesta siempre está en la Palabra de Dios, si quieres recibir a Jesús, debes tener fe, debes humillarte de corazón, reconocer tus caminos, mirarte internamente y reconocer también tus errores, tus pecados; pero no frente a un cura o frente a alguien en especial, sino con Dios, hacerlo de corazón.

Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.” Marcos 2:17 (cuando Jesús llama a Mateo/Leví).

El temor de Jehová es el principio de la sabiduría,
Y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia.” Proverbios 9:10

Los frutos del Espíritu tienen estrecha relación con el temor de Dios, que no se debe entender como un miedo, sino como un aprecio genuino, una búsqueda de no decepcionarle, un deseo de cumplir con sus estatutos, de buscarle y querer estar cerca de Él.

Espero que esta predicación lleve fruto y sea útil para ustedes, ciertamente no hay nada más lindo que poder crecer y tener una familia que sirva genuinamente a Dios, una familia de la cual broten estos frutos del Espíritu y no hayan peleas, contiendas, infidelidades ni tantas cosas dolorosas por las que pasan muchos seres humanos. Necesitamos del amor de Dios, del amor de Jesús, necesitamos recibir alimento espiritual, necesitamos reconocer que Dios es lo más importante de nuestra vida, reconocer a Jesús como nuestro Salvador.

Escritor y Blogger de Transportes
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