Relatos Subterráneos – Capítulo 06

Advertencia: Los nombres están cambiados para preservar la identidad y privacidad de las personas que han participado de estos acontecimientos “ficticios”. Un cariñoso saludo para ellos de mi parte, junto con saludar a todos los trabajadores y trabajadoras del Metro, sean internos o externos como lo fui yo. Cualquier coincidencia con la realidad es más que una coincidencia 😀

Capítulo 06 – Último tren

Metro de Santiago Papel - Alstom AS2002

Me ubico pensando en quedar en la mitad del tren. Venir al andén a buscar una persona en situación de discapacidad es una lotería porque a veces no te dicen el carro donde se ubica, los pasajeros salen y debes estar atento para ubicar a esa persona entre la multitud.

Saludo al conductor y mientras el tren Alstom se está ubicando en Plaza Egaña, voy mirando a través de las puertas del primer carro para ver si hay una persona ciega, en silla de ruedas, con dificultades para desplazarse o abuelitos que pueden haber sido catalogados como personas que requieren mi asistencia. Es complejo, los pasajeros salen amontonados y uno debe estar muy atento a todo el andén para pillar a esa persona (o esas personas, a veces son más de una y en distintos carros).

Mis líneas (Línea 4 y 4A) al ser más nuevas tienen más facilidades para estas personas, todas las estaciones tienen ascensor (aunque a veces fallan o demoran). En las estaciones más antiguas aún falta construir la infraestructura necesaria para asegurar un acceso adecuado, actualmente se están construyendo los ascensores en las estaciones más críticas.

– Buenas tardes, soy el Asistente de Cliente de esta estación, ¿lo puedo ayudar?
– Gracias, joven. Necesito tomar la 403 hacia La Reina.

Por radio aviso al jefe de estación que iré a dejar al pasajero en la micro. Es una atención que tiene un carácter ambiguo, hay personas que dicen que no se debe salir de las instalaciones de Metro y por ende uno sólo debería dejarlos en la salida, otros jefes piensan que hay que ir más allá y dejarlo en la micro. Por ahora, yo opto por la última opción, mi preocupación principal es el cliente.

Converso con el caballero, viene viajando desde Providencia y va a ver a su familia que vive en La Reina. Me habla de su gente mientras mando un mensaje de texto para saber en cuántos minutos más viene el bus. Él escucha el sonido de los motores que van llegando, pregunta si es la micro que le corresponde, pero no es así. Son un par de 505 que doblan por Vespucio.

– Según mi celular, en unos 5 minutos más debiese estar el bus.

Estamos conversando y viene un bus 412. Le pregunto si le sirve y me dice que sí, lo ayudo a subir al bus y nos despedimos. Bajo las escaleras y cruzo el enorme pasillo desde el acceso sur a las boleterías. Aviso al jefe de estación que dejé al pasajero afuera y me llega otra comunicación.

– Ariel, en el tren 414 viene otra clave por vía 1 para que lo recibas por favor, ¡muchas gracias!

Corro revisando la hoja, calculo los minutos. Tengo el tiempo justo para llegar al andén a recibirlo. Mientras voy llegando al torniquete donde me apoya el jefe de estación, unas señoras me consultan «¿cómo salgo a la Plaza?» y otro par me pregunta para la combinación en Vicuña Mackenna.

Le digo a las señoras que me sigan desde su ubicación, mientras que al par que pregunta para Vicuña Mackenna les digo que me sigan al andén. Antes de bajar las escalas, con mis manos le hago señas a las señoras para que den la vuelta y ubiquen el ascensor por el que salí. A los otros dos, les indiqué que me siguieran escalera abajo.

– Ustedes deben tomar este tren. En Vicuña Mackenna, ustedes se bajan por la puerta izquierda y suben cualquier escalera. Hay una sola vía en Línea 4A y el tren abre por ambas puertas, así que es cosa de subir y tomar el tren. Nada más.

Se van agradecidos y yo me pongo a observar otra vez. Esta vez es una persona en silla de ruedas, un joven.

– ¡Hola! Buenas tardes, me avisaron que venías, ¿te puedo ayudar?
– Sí, necesito tomar la 403 hacia La Reina.

Y vamos de nuevo. Nos ponemos a conversar de los recorridos de las micros, como me conozco casi todos los recorridos me sirve para romper el hielo con casi todos los usuarios del transporte público. Vamos por el ascensor, cruzamos la Plaza Egaña, la avenida Irarrázaval y otra vez estoy en el mismo paradero.

Me gusta mucho Plaza Egaña, es cierto que me queda muy lejos y el retorno a casa es algo largo pero después de conocer varias estaciones de la línea, probablemente elegiría volver a este lugar. La estación es subterránea y un poco profunda lo que la hace siempre tibia, no es un horno como Vicente Valdés ni un refrigerador como Macul. El flujo de pasajeros es medio y las personas suelen ser muy amables, así que nunca te faltarán preguntas o cosas que hacer.

Pero más importante que eso, el ambiente de trabajo es una maravilla y la calidez humana igual. Jorge, el jefe de estación, es tranquilo y relajado pero muy correcto en su actuar, la estación funciona como reloj suizo y en un ambiente de paz, además que incluso tiene aficiones musicales e ideas propias.

Soledad, la asistente de cliente, es una joven de mi edad muy esforzada, trabajadora y cariñosa. Cuando vio que llegué «nuevo» a la estación, me hizo otra inducción bien completa para que pudiera aprender las cosas, pude repasar ciertos conceptos, le pedí que me diera su opinión sobre algunos casos hipotéticos y también practicamos lo que yo creía que eran posibles debilidades. Los clientes la adoran por su carácter y forma de ser. Es madre soltera. De primera impresión, me parece una mujer genial y muy valiente, ¡transmite una energía enorme! Es muy agradable trabajar con ella, aunque sabe mucho nunca trata de opacarte, si no que trabaja en equipo.

Ernesto, el guardia, es un tipo muy inteligente y con un enfoque parecido al mío. Me contó sus historias anteriores en la estación Universidad de Chile. Yo estudié en el Instituto Nacional, así que usé esa estación por alrededor de 6 años. Demás que alguna vez coincidimos y no lo sabíamos, esa estación es muy compleja por estar en el centro, tiene un volumen de pasajeros enorme, es la primera en cerrarse cuando caen bombas lacrimógenas en la Alameda y las personas huyen con pañuelos humedecidos de ácido cítrico. Conversamos un buen rato mientras le ayudaba a llevar unos carteles hechos por él para orientar a las personas. Es un tipo muy proactivo.

Voy en el tren de vuelta, por la numeración y siguiendo cierta lógica, este tren va a ser el último tren del día. Creo que nunca olvidaré el primer cierre de estación en Vicente Valdés. Es todo un ritual. Obviamente para una persona que trabaja es un hecho más de su quehacer diario, pero para mí era responder una curiosidad adolescente. ¿Cómo es el momento en que pasa el último tren y se cierra la estación? Esas respuestas son motivo de emoción 🙂

Los trenes tienen itinerarios fijos, aunque en algunas ocasiones se atrasan los trenes por contingencias de la jornada (frenos de emergencia accionados, averías, cierres de estaciones, etc). Los últimos trenes reciben el apodo de «trenes escoba» porque van arrastrando consigo a todos los pasajeros, no queda nadie en andenes.

– Hoy vas a vivir tu primer cierre en Vicente Valdés, ¿estás preparado? – me dijo Marta
– Obvio, ¡para eso estoy!

El primer último tren va hacia Plaza de Maipú, en Línea 5. Se coordina por radio la salida del tren para que no quede un pasajero abajo, una vez que se está seguro que nadie más va a tomar ese tren, se anuncia la salida y se va comunicando al resto de las estaciones para que se preparen.

– Señora, lo siento, no hay combinación con Línea 5 a esta hora.

La cara es sublime, para mal obviamente. Es triste dar estas malas noticias porque el Metro da mucha seguridad a la hora de transportarse, sobretodo a altas horas de la noche. Dependiendo de la estación a la que iban les iba sugiriendo algunos recorridos de micros y posibles combinaciones que podrían hacer para llegar a su destino.

Un pequeño rato después pasa el último tren a Tobalaba. Las personas que están en los torniquetes corren para alcanzarlo y se repite la misma lógica anterior. Por radio nos vamos comunicando como equipo para que todas las personas logren tomar el tren. Como es algo excepcional, el tren suele tardar un par de minutos más en salir de la estación para abarcar toda la gente que se pueda.

Es raro tener un andén vacío al frente y saber que no vendrá otro convoy. Una persona muy borracha trató de hacer el cambio de andén y estuvimos como diez minutos explicándole que ya no hay tren hacia Tobalaba. Se echa de menos tener un recorrido de micros que realmente sea «clon de Metro«, porque si quieres llegar a Tobalaba a esta hora tienes que tomar como tres micros :/ y anda a hacer que un borracho se ubique.

– ¿Ahora cómo llego a Macul? – pregunta una señora preocupada
– ¿Usted adónde va?
– A Macul le digo.
– No, pero y después, ¿toma una micro? ¿Cuál es su destino final?
– ¡Ah! Tengo que llegar a Departamental, en la zona de Peñalolén.
– Usted toma la 107, ¿no?
– Sí, esa misma.
– Entonces suba y tome la 210, es como tomar la Línea 5 pero en micro. Se baja en Departamental y también puede tomar la 107 en ese lugar. Le digo esto porque si quisiera tomarla en Macul, tiene que caminar desde aquí a Vespucio y esperar la 211, pero no sé si quiera caminar. Además que ese cruce peatonal de Macul me parece más peligroso que el de Pedrero, el último está más iluminado.

Saber los recorridos, sirve mucho. Los pasajeros consultan para llegar a su estación habitual, pero muchas veces toman otra locomoción en ese lugar. Es mucho más práctico encontrar el destino final y trazar una ruta hacia allá con los recorridos disponibles en la estación. Yo me sé los recorridos de memoria de tantos años haciendo ficheros, pero de no sabérmelos, trataría de tener un mapa en el bolsillo para estos casos. Entre otras cosas, me pagan porque las personas puedan llegar bien a sus casas, ese es mi trabajo.

Llega el último tren que va hacia Plaza de Puente Alto, es la última coordinación. Los mensajes por radio se suceden al tiempo que las personas van subiendo las escaleras para hacer la combinación desde el tren de Línea 5 hasta este tren.

– ¿Quedan personas subiendo a hacer la combinación?
– Van subiendo unas veinte personas por la escalera.
– Que el tren todavía no salga
– El andén de Línea 5 está despejado.
– ¿La escalera? ¿Está despejada?
– Hay una familia que está subiendo
– Estamos listos, la familia abordó el tren
– El tren puede partir

El andén de dirección Puente Alto queda vacío por un tiempo, estamos solo nosotros y el conductor del tren que observa y se despide de nosotros. Línea 4 sin más trenes, la estación va siendo conquistada por el reino del silencio. Es una paz rara, uno como pasajero está acostumbrado a ver esa estación como un horno, lleno de personas que se mueven de forma mecanizada, plagado de almas que no quieren estar ahí y desearían un botón de teletransportación al trabajo (o a la playa). Vicente Valdés en horario punta llega a ser doloroso para cualquiera, me incluyo. Pero ahora, es un silencio, una calma absoluta, aparte que es una estación bonita. Me gusta mucho tomar fotografías aquí.

Ahora sólo va llegando la gente de los últimos trenes de Línea 5 que vienen desde Plaza de Maipú. Estas personas van directamente a la calle, no hay más trenes para combinar. Curiosamente tampoco hay tantas preguntas. Los conductores de los trenes, por itinerario, saben cuando hay o no combinación y lo comunican a sus pasajeros en varias ocasiones.

Quedan los guardias del turno de noche. Estamos en la calle, el portón de la estación quedó cerrado. Los conductores de los trenes se van en radiotaxis privados, nosotros debemos esperar el furgón de la empresa contratista para que nos lleve a casa. Me van a dejar de los primeros. El vehículo pasa veloz por las fantasmales calles de La Florida de noche, hace un viraje para enfilar hacia la cordillera.

– Oye Ariel, ¡pero vives casi en Argentina tú!

Vivo lejos, como muchos en Santiago. Un viaje a mi universidad nunca demora menos de una hora, ojalá durara eso. Llego a casa, las piezas están oscuras, todos duermen. Me caliento la leche en una taza, le pongo saborizante de chocolate y una taza de azúcar. Saco un pan de la bolsa y le echo mantequilla. Tengo mucha hambre.

Son las 12.30 de la noche, mañana a las 06.00 tengo que estar de pie. No puedo dormir, rememoro todo lo que ocurrió hoy una y otra vez, es una sensación placentera pero inútil cuando tienes que dormir, ni siquiera me puedo enojar, lo paso tan bien trabajando.

Por eso sé que aunque Vicente Valdés sea mi primer amor, Plaza Egaña terminará siendo mi ansiada compañera, ahí no tengo que cerrar. Alcanzo a dormir un poco más, como hoy, una hora más que vale oro. Estoy cada vez más cerca de llegar a casa.

(…)

Cada capítulo se publicará los días Miércoles, a ver si logro hacer los 52 capítulos que tengo pensados 🙂 Se vienen spin-off con participaciones de otros compañeros de labores 😀 , se van a reír con las cosas que pasan abajo en el Metro.

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– Agradecimientos especiales a Carlos Valdés en este capítulo, por recordarme de forma metódica el cierre de Vicente Valdés. Yo recordaba pedacitos entre cortados porque hice pocos cierres.

Escritor y Blogger de Transportes
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