Capítulo 14 – Invisible
Hoy me acordaba de una amiga que quiero mucho, ella se decía una Wurlitzer con piernas (para las generaciones más nuevas, eran unas maquinitas donde metías monedas y podías programar una canción, en Chile se ubican como Wurtlizter Rockola en sitios de venta de bienes usados), me acordaba de ella porque le gustaba Harry Potter, pero sobretodo porque hoy voy a comentar sobre un súper poder que tenemos los trabajadores de Metro, sean contratados o subcontratados.
En clases, uno de mis queridos profesores comentaba sobre la focalización en el sentido de que vemos lo que queremos ver, en una de esas esto explica este capítulo, quizás. Se los digo porque estoy en el tren, con ropa de calle y mirando a través del reflejo de la ventana hacia una persona. No es una niña que parezca linda (ojalá fuese así), tampoco es un flaite o una persona que vende helados, no es un músico ni son lesbianas besándose.
“Estación Plaza Egaña” dice el conductor del tren por altavoz
Siento una ansiedad, me nace un gesto de cortesía que trato de reprimir, esa incomodidad de querer saludar a alguien que no se ha percatado de tu existencia, me pregunto internamente si esa persona me vio, si mi cara le recuerda a alguien, pero uno sabe leer el lenguaje no verbal, yo sé cuando esa persona pasa olímpicamente de ti porque no te ha visto, porque eres invisible.
“Simón Bolívar“
Ahí se bajó Francisca, la jefa que estuvo conmigo repartiendo dulces en el Día del Niño, ni se dio cuenta que estuvimos en la misma puerta. Bueno, no la puedo culpar, trabajamos un puro día juntos, ¿a cuántos Asistentes conocerá en lo que va del año?
Es imposible que no me acuerde de esos sueños infantiles en que deseaba ser invisible, ¿para qué? Por ninguna razón en especial, ¡solo por serlo! Así podías luchar contra temibles rivables sin ser visto, hacer bromas pesadas, estar al lado de alguien que quieres acompañar, en fin. Me acordé de esta niña porque en ese libro estoy seguro que había una capa de invisibilidad, no sé más detalles, pero yo siempre asocio unas cosas con otras, así que de un pensamiento sale una chorrera de otros más.
Es un poco raro lo que ocurre, porque yo como pasajero soy capaz de ver quienes trabajan en Metro, es más, cada vez me aparecen más seguido, ¡es como si tuviera un radar! Varias veces he estado en un tren y de repente me fijo que uno de los pasajeros trabaja en Metro, sea por la credencial, por el boleto valor, por el tipo de conversación, por la ropa. A mí me gusta el tema, pero nunca tanto, ¡quiero mi vida cotidiana ahora ya! Como si no bastara con perder el misterio de las claves que anuncian por sonorización…
Lo gracioso es que cuando uno trabaja está tan concentrado, que no mira caras. De repente han llegado amigos a verme y tienen que saludarme ellos, porque yo no los reconozco a la primera. Por eso no considero un oprobio lo de Francisca, ¡no! Es normal, a diferencia de Harry Potter, yo no necesito ningún objeto para ser invisible a mis colegas de Metro, sólo debo no llevar el uniforme, ¡hácete esa Frodo!
– Rita, ¿eres tú? No te había reconocido
Sí, a mí también me pasa 🙁