Relatos Subterráneos – Capítulo 19

Capítulo 19 – Van como muertos

Niño - ETM

Tenía dudas al principio, sobre si hacer este capítulo o guardarlo para mí, porque es drama puro, de esos dramas que me llegan a doler pese a la distancia de tiempo que hay entre lo sucedido y el momento presente, por la impotencia que me genera saber que existen estas situaciones en muchos lugares del mundo y muchas personas que están sufriendo, me duelo con ellos, pese a que no lo vivo, mi alma sintió tu dolor, he llorado varias veces por ti. Dejo advertido al lector que me daré un par de vueltas antes de llegar al clavo. Son varias historias en una.

Estos días he pensado en una forma de explicarlo, no lo llamaría una filosofía porque no es una teoría completa y honestamente no necesito perder mi tiempo en vanidades (tema aparte, ya escribí de esto en una predicación), pero con mucho pesar veo cómo se sucede la vida, cómo la calle está repleta de cuerpos carentes de vida; personas que comen, respiran, hablan, que luchan por ideas o cosas vanas, pero que internamente están muertos, secos, agonizantes en el mejor de los casos. ¡Van como muertos!

Dentro de lo que he podido entender, una forma de explicarlo de forma sencilla sería que son adultos que se olvidaron de ser niños, aunque obviamente es más profundo. Son niños que crecieron y se volvieron adultos, no en edad sino en malicia.

Entonces ves que van por ahí sembrando maldad, duele crecer y ver que el ser humano, lejos de usar ese hermoso y bien dotado cerebro que tiene para hacer el bien, pese a que se enseña historia y uno tiene la capacidad para comprender muchas cosas… El ser humano, pareciera, está condenado a repetir y multiplicar atrocidades. Así ves mentiras, codicia, orgullo, envidia, ansiedad, baja autoestima, afán de lastimar y destruir, juicio, la búsqueda de placeres hedonistas, la búsqueda de tantas cosas que no resultan provechosas (por no decirlo de otro modo).

Los niños son crueles en el colegio, cuando se burlan de otros, cuando segregan y dicen a uno que no puede ser parte del grupo. Pero esos niños, ya actúan como adultos, aprendieron de los adultos. Hago esta distinción, para decir que cuando digo «olvidaron de ser niños«, me refiero a cuando eran inocentes, todos alguna vez fuimos niños inocentes y teníamos brillo en los ojos.

El tema está en que los niños y los seres humanos somos seres sociales, aprendemos de una cultura y nos insertamos en una. Cuando uno empieza a trabajar se da cuenta de eso, cada empresa tiene su propia cultura, sus costumbres, sus cosas positivas y sus vicios. Pero cultura no sólo hay en las empresas, también en los colegios, en los cursos, en los grupos de compañeros, en las relaciones de amigos, entre amigos en particular, en las familias, entre hermanos, entre primos, en la relación contigo mismo. Uno está inserto dentro de muchas culturas.

Eso puede ser muy bueno o muy malo, si estamos llenos de amor y de cosas buenas, podemos usar todas esas culturas como vehículo para sembrar cosas buenas, pero si somos malos… podemos lastimar demasiado. El problema es que es más fácil destruir que construir, y los muertos no saben que están muertos, ellos sólo se ríen y se jactan de eso. ¿Han escuchado «hoy voy a emborracharme«? Eso viene a decir «voy a olvidarme que estoy muerto«, ¿para qué un niño se privaría del privilegio de percibir con sus sentidos?. Yo lo veo a cada rato, los universitarios pasan tomando y se ríen, se ríen de su desgracia.

¿Cuántas personas no están perdidas hoy? ¿Cuántas personas tienen un vacío y no logran hallar la paz? ¿Cuántos fueron violentados por alguien? ¿Cuántos arrastran heridas desde su juventud? ¿Cuántos se duelen en el rechazo, en el insulto, en las palabras que alguien les dijo? ¿Cuántos riegan sus mejillas con agua y sal por la falta de amor que han tenido en sus vidas?

Son adultos que crecieron en su dolor, sus penas, sus odios y sus miedos. Se les endureció el corazón a medida que recibían golpes, se les extirparon las ganas de cambiar el mundo ante tanta opresión. Son personas que sólo recuerdan la inocencia de su niñez (y lamentablemente, sólo en algunos casos) cuando tienen hijos o nietos. Son vidas que cuando lleguen al ocaso, echarán una vista al pasado y llorarán porque sembraron miserias.

El tema está en que no los puedo culpar, pese a que a uno de estos dos sujetos de los que conversaré…pese a que a uno de ellos, de haber podido ser Dios, lo hubiese quebrado ahí mismo. Pero no lo soy, es bueno que no lo sea, porque no tengo cara para juzgar pero sí alma para sentir, para llorar.

Los muertos no saben que están muertos, ellos sólo repiten lo que vivieron. Los muertos no tienen memoria, son como esos pueblos que esconden la basura bajo la alfombra o que usan la violencia para no escuchar lo que no desean oír. Los muertos, para olvidar sus miserias, sólo tratan de recordar lo bueno, pero esconden las heridas que les llevaron a ese estado, están condenados a herir del mismo modo, a ser peores personas o volcar esa ira en ellos mismos, a no ser que vuelvan a vivir.

Por eso me duele lo que vi en Plaza de Puente Alto, dejo claro que puedes hacer lo que quieras pero sólo Dios es quien puede dar consuelo y paz a todas esas preguntas y otras. Por más que quiera, pequeñitos, yo sólo puedo abrazarlos y dolerme con ustedes. Son dos casos, que conmovieron mi corazón y me siguen doliendo, pero que representan a muchos.

La vergüenza

Ahí estabas llorando, tenías poco más de 10 años, estabas con tu hermano más pequeño y llorabas, llorabas no cómo una niña que está haciendo un berrinche, llorabas de tu alma niña, ¿qué te podía decir? Estabas ahí en Plaza de Puente Alto, tu padre trataba de balbucear algo pero era incapaz, viniste a mí porque necesitabas preguntar una dirección… tu papá estaba tan borracho que no sabía cómo volver a casa, no podía ni sostenerse en pie, lo llevabas del brazo para que no se cayera…¡ay ustedes!

Ustedes, ustedes que deberían estar con juguetes y riendo con cosas de niños, ustedes que deberían estar ahí recibiendo cariños y sentirse seguros, ustedes… ustedes tenían que buscar la dirección y entender los mapas para volver a casa, mejor dicho tú.

«Papá, me da vergüenza ser tu hija» te quebraste y lloraste, lo dijiste tan fuerte y con tanta impotencia, pero aunque lo gritaras a los cuatro vientos, tu padre no podía entender nada.

Yo no pude hacer mucho más, tomé unos pañuelos y me dispuse a secar las lágrimas que tenías; ¿cómo te voy a dar consuelo? Eres una niña forzada a ser adulta, tienes 11 años y debes hacerte cargo de tu padre borracho, y tu hermano pequeño, ¿cuántos tendrá? 3 años, el pobre no sabe lo que pasa y porque lloras. Eres como una mamá con sólo 11 añitos, ¿cómo no voy a sentir compasión de ti?

Ay si yo fuese mago, tomaría una varita y en vez de sacar palomas de un sombrero, sanaría las heridas de tu padre para que no volviese a hundirse en el alcohol, para que no tuviese que «olvidarse» de sus miserias, teniendo flores tan lindas como tú y tu hermanito. Pero sólo soy humano, no tengo tal poder, ni siquiera depende de mí hacer que un cabello mío sea blanco o negro, salvo por la oración, sólo me queda llorar contigo.

«Te voy a anotar lo que debes hacer. Deben tomar el tren hasta Rojas Magallanes y tomar una micro tal, pero toma, para que no tengas tanto problema, lleva esto» le dije

Le di mi colación «para que pueda comer algo cuando llegue a casa» y un par de billetes para que en vez de tomar micro, pudiese pagar un taxi. Le avisé al jefe de estación que bajaría con «una clave» y sostuve al pobrecito, al papá borracho, lo llevé del brazo por las escaleras para que no se cayera, mientras la niña y el pequeño me seguían. Los dejé sentados en el tren, le dije que fuera fuerte y que la admiraba, pero no sabía qué más decir, el tren se fue y yo me fui, cada vez que me acuerdo, lloro mucho.

El duelo por los muertos y los hijos de muertos

Usted debe fijarse bien con quien está, no vaya a estar con un árbol de amargura y odio que lo destruya, por favor. No deje que cualquiera lleve el honor de traer a sus hijos al mundo, por favor.

Estábamos en los torniquetes, digo «nosotros» porque yo estaba junto a los vigilantes de la estación. La estación estaba tranquila, hasta que vimos una escena que nos dejó helados, era una familia que estaba bajando por las escaleras mecánicas.

Los padres estaban discutiendo, el hombre le lanzó un puñetazo tremendo a su hijo, ¡un niño chico, de 4 o 5 años! Estaban llegando abajo en las escaleras, ese hombre le pegó y lo lanzó escalera abajo. ¿Y la mujer? Como si nada, con otro bebé en sus brazos.

¡Me hirvió la sangre! Fuimos a increparlo entre los tres, lejos de esconderse, se hizo «el choro» (una persona violenta, es un modismo chileno). El pobre niño lloraba, la mamá quieta, temblando de miedo. Se creía poco menos que dios este hombrecillo.

«Me da igual lo que hagan, cuando llegue a casa, ustedes no estarán, ahí mando yo» decía con sus puños apretados cerca del rostro de su hijo.

¿Y qué hacemos? ¿Llamamos a Carabineros? ¿Al jefe de estación? ¿Y qué hacemos? ¿Ponemos una denuncia? ¿Una orden de alejamiento hecha por un juez? ¿Y qué hacemos? ¿Nos conseguimos los números de los vecinos para que denuncien a cada rato? ¿Y qué sacamos?

¡Ese hombre ha sembrado semillas de muerte en su esposa, en sus hijos y quizás en cuántas personas más! Y va a seguir haciendo su trabajo, matando y destruyendo, matando y destruyendo, con papás como ése para qué querer enemigos.

Esos hijos, después de tanta violencia, recibida por «aquellos que deberían cuidarlo y ser incondicionales» la convertirán en el doble o el triple de violencia. Porque la bondad, la bondad siembra pero cosecha poco, pero la maldad quema y se propaga como incendio en pasto seco. De no ser porque aparezca Dios en su vida, volverán a repetir la misma historia de miseria. Si tan sólo pudieran tomar consciencia.

Ese niño, si llegase a matar a su padre, sería condenado y no sería legítima defensa, pese a que el padre lo mató primero. Esa madre, si llegase a denunciar, probablemente engrosaría las cifras de femicidio en el país, la justicia humana nunca ha sido justicia. Ese padre, si hubiese habido alguien que le enseñara a la mujer a escoger bien, no sería padre y sólo sería un pobre diablo.

Que injusta la vida, ¡tantas parejas que desearían tener un hijo y usted los maltrata! ¡tantos hombres y mujeres que desearían tener una compañía y usted la agrede! ¡tantas mujeres que desearían poder concebir y usted no puede defender el fruto de su vientre porque teme! ¡tantos hombres y mujeres son polvo y desearían tener la salud de usted para poder disfrutar de sus hijos, y usted es un miserable que sólo siembra muerte tras de sí!

¿Sabes? Lloro, lloro mucho, ¿sientes que la vida no vale la pena? Piensa en la muerte, lee esta pequeña carta y date cuenta de lo mucho que vale tu vida. El tema es que tampoco puedo juzgar, por mucho que humanamente me indigne y me duela.

Él es un niño que murió, ahora es un hombre que paga con la misma moneda que recibió de la vida. ¿Si hubiese nacido en otra parte y en un ambiente de amor? ¿Habría sido lo mismo? ¿Si yo hubiese tenido su vida… sería igual que él? ¿Sería peor que él? Los seres humanos se jactan de su edad, de su madurez, pero dejando atrás a su niño interior sólo siembran maldad tras maldad, vanidad tras vanidad, van como muertos. Esto no se trata de ir y buscar «el niño interior» como unos dicen, es la inocencia.

¿Y qué saco con saber sumar si no sé elegir con quién debo estar? ¿Y qué sacan con enseñar sobre el condón si no me enseñan a buscar una mujer bondadosa? ¿Y qué sacan con hacer estadísticas y acumular denuncias, con formar policías y endurecer las leyes? Las mujeres, los hijos y también los hombres (porque sí, hay hombres que son maltratados) mueren día a día, estos son los seres humanos, «la especie más inteligente del planeta«, me da mucha pena.

¿Cuántas personas postradas desearían tener la salud de nosotros para hacer una vida normal? Y aún así, malgastamos nuestro tiempo, que duro, eso no lo dice la tele. Las personas creen que la vida es meramente un estado biológico, pero sus corazones y sus espíritus quebrantados piden un poco de amor ante tanta sombra, odio y dolor que abunda en este mundo.

«No podemos hacer nada» dijo un vigilante. Nos pusimos a llorar los tres, después que la familia se fuera y que la señora defendiera al marido ante una defensa de nosotros. Uno de ellos, le pondré Ernesto, contaba otro caso así.

«Una vez también tuvimos una pelea de parejas, el hombre le dió un puñetazo y saltamos. Mientras reteníamos al hombre, la mujer nos sacudía violentamente y nos gritaba que lo soltáramos, que era cosa de ellos dos. Después de un rato, los dejamos y un pasajero nos avisa que una mujer estaba tirada inconsciente en el piso. Apenas nos fuimos, él le pegó y la tumbó al piso, después la dejó tirada en el suelo» contaba Ernesto

El secreto

«La mujer sabia edifica su casa; mas la necia con sus manos la derriba. El que camina en su rectitud, teme a Jehová; mas el de caminos pervertidos lo menosprecia» Proverbios 14:1-2

Esos dos versículos bíblicos, le ahorrarán lágrimas y sangre a usted, sus hijos, sus nietos y todos los que lo lean. Si eres mujer, cambia «mujer sabia» por «hombre sabio» y te resulta igual. Este siglo menospreciará la Biblia, pero se quebrarán solos buscando «la felicidad» en cosas vanas, que van y vienen como las olas en la playa. Por favor vea, no replique la violencia que ha vivido en su vida.

«En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.

Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.

Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.» Mateo 11:25-30

Sean conscientes de sus acciones, ¡de lo que hacen! No anden en piloto automático por la vida, véanse, véanse y descubran sus heridas, sus miedos, sus culpas, sus trabas. Todos las tenemos, dejen de esconderse de ustedes mismos, sé que no nos gusta ver miseria, pero no van a encontrar paz (duradera) si no buscan a Dios, si no persiguen su justicia, si no creen realmente en Jesús, que lo crucificaron y descendió por nosotros para que ya no fuésemos muertos en pecado. Si creen que sus vidas han sido miserables, dénse cuenta que -obviamente es más fácil decirlo que hacerlo- depende de ustedes cambiar, depende de ustedes no repetir la historia con sus hijos y hacer algo distinto.

La muerte del ser humano, la muerte psíquica y emocional, es resultado de la falta de amor de otros hacia nosotros y de nuestros pecados. Sí, nosotros los choritos que decimos que «dependemos de nosotros mismos» y somos como flores que necesitamos lluvia, si no nos aman, nos secamos. Véalo en el acoso de las relaciones laborales y los suicidios, en las familias, en las parejas, entre padres-hijos. Necesitamos amor, no por nuestro ego, necesitamos amor para sentirnos seguros, para emprender, para hacer, porque sino somos desierto, somos flores marchitas. Antes de amar, alguien tuvo que amarnos primero. A su vez, evitar el pecado, guardar la santidad, les da paz, les da amor.

Si tiene heridas o tiene dolores en su corazón, no los llene de corazón en corazón, si se encuentra desnudo ante sí mismo y encuentra que no soporta lo que ve, no se ahogue en vicios para calmar su ansiedad. Si se siente solo, creáme que con la compañía de otras personas (y sin amor) usted estará igual o peor. Trátese, ore y dígale a Jesús lo que le duele.

Los humanos no tenemos el poder de curar heridas de alma, no podemos dar paz y si la damos, es condicionada «a que no me hagas nada«. Podemos abrazar, sentir empatía, acompañar, aligerar el paso, pero sanar almas es algo que escapa de nuestras manos. Busque a Dios y trate de recuperar la inocencia de su niñez, no sea un muerto, no reproduzca violencia por favor y tampoco juzgue, todos tenemos tejado de vidrio, todos hemos hecho daño, todos hemos realizado malas acciones o pensamientos. No hay uno solo aquí que sea realmente justo.

-> Si quiere empezar a buscar a Dios o tener paz: Quédese quieto, ore a Dios, converse con Él, pida perdón y reconozca a Jesús como su Salvador, ¡arrepiéntase! Y si necesita hablar con alguien, en «Sobre mí» está mi correo, yo le ayudo.
-> Si aún no entiende la metáfora de «la inocencia de la niñez«: Lea estos versículos y este otro versículo

Finalmente, dejo un dato durísimo y demoledor, este capítulo lo hice antes de leerlo, cuando lo leí quedé perplejo porque resume en «cifras» esto mismo. En su facebook, Mario Waissbluth de Educación2020 publicó algo muy cierto, pese a que no comparto todas sus ideas, en esto sí tiene razón (a modo de contexto, hace poco hubo cacerolazos por la delincuencia):

«CACEROLAZOS GARANTIZADOS HASTA EL 2025… A LO MENOS
Verdad inconveniente: según el 4º Estudio de Maltrato Infantil UNICEF 2012, “el 71% de los niños y niñas recibe algún tipo de violencia de parte de su madre y/o padre; un 51.5% sufre algún tipo de violencia física; el 25.9% de los niños y niñas sufre violencia física grave”.
Según un estudio científico publicado internacionalmente en 2012, se realizó por primera vez en Chile un muestreo de prevalencia de enfermedades psiquiátricas en jóvenes de 4 a 18 años. La conclusión hace que todo calce: 22.5% con trastornos afectivos, de ansiedad, conducta o drogadicción. La prevalencia es aún peor en chicos de 4 a 11: 27.8%
Para mayor abundamiento, según informe reciente de Paz Ciudadana, el 47% de la población penal, fíjese bien por favor, el 47% de la población inicia su carrera delictual a los 13 años, más del 60% de los reincidentes tiene problemas de alcohol y drogas, y el 86% no contaba con educación escolar completa al ingresar a la cárcel.
(No puede haber una revelación más intensa del alma de una sociedad que la forma en la que trata a sus niños. Nelson Mandela

A este mundo le falta amor, pero no ese amor humano, le falta Dios y que nosotros queramos ser más amorosos con los demás a su manera. Eso no depende de un gobierno ni de los colegios, depende de NOSOTROS.

Y si quiere, lo comparte, para parar este espiral de violencia, a ver si logro que algún pequeñito no reciba violencia hoy, ni mañana ni nunca.

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