Relatos Subterráneos – Capítulo 07

Advertencia: Los nombres están cambiados para preservar la identidad y privacidad de las personas que han participado de estos acontecimientos “ficticios”. Un cariñoso saludo para ellos de mi parte, junto con saludar a todos los trabajadores y trabajadoras del Metro, sean internos o externos como lo fui yo. Cualquier coincidencia con la realidad es más que una coincidencia 😀

Capítulo 07 – Calidez

Metro de Santiago - Alstom AS2002 - Trinidad (Línea 4)

Son las 11 de la noche en estación Trinidad, hace unos años habría dicho que es muy tarde pero considerando que ahora cierro las estaciones y que todavía no salen los últimos trenes, me parece temprano. Es inevitable que algunas cosas cambien, sobre todo cuando se trata de percepciones.

Saludo al guardia de la estación, le pregunto cómo fue su día, reímos un poco y me voy a la calle. Veo que pasa el bus de mi recorrido y me acuerdo de las clásicas leyes de Murphy. Hace un poco de frío y tengo hambre, saco unas galletas de mi mochila. Las calles están vacías, los negocios cerrados, se viene una larga espera.

Estoy esperando la micro, no debería tardar tanto en llegar, te veo donde siempre” le escribo a mi mamá.

Mi mamá está en el supermercado, asumo que debe estar cerrando su caja. Ella casi nunca habla de su trabajo, pero ahora que ambos trabajamos con público empezamos a contarnos sobre aquellos clientes que merecían un final estilo Relatos Salvajes, hay una especie de catarsis, nos ponemos a garabatearlos y exponer algunos de sus argumentos ridículos, lejos de hacernos enojar, este ejercicio nos da mucha risa.

Estas conversaciones, estar trabajando y tener estos horarios extremos nos ha ayudado a tener más fiato. De algún modo, pese a que cada vez estoy menos tiempo en casa, coincidimos más y pasamos más tiempo juntos, es una extraña calidez que me agrada. Antes de esto podíamos estar ambos en la casa pero no conversábamos tanto, ella aprovechaba de ver sus teleseries y programas de televisión, mientras que yo estaba en el computador escribiendo, editando fotografías o estudiando. En cierta manera, éramos dos islas que se juntaban para la hora de almuerzo.

Un panel electrónico encendido se ve a lo lejos, la máquina avanza rauda por Trinidad. Al momento de pagar veo una cara conocida al volante, tanto tiempo tomando fotos de las micros y conversando con conductores tiene sus frutos. Nos saludamos con un apretón de manos y hablamos, en esos quince minutos de trayecto nos ponemos al día.

Martín me cuenta que estuvo tres semanas en cama por unas infecciones gástricas, que había aprovechado ese tiempo de licencia médica para regalonear con su señora; comentaba de la calidad de las nuevas máquinas del recorrido y las comparaba con su flota más antigua. Está contento en la nueva empresa (concesionaria), me dice que hará varias horas extras porque quería ahorrar un poco y que el sueldo que le ofrecen lo considera bueno.

Trabajar en transporte de pasajeros requiere cuero de chancho, partiendo por el hecho de que aguantas todo tipo de público y situaciones estresantes con ellos, horarios normalmente extremos (jornadas que comienzan en madrugada o que concluyen cuando todos duermen), condiciones laborales y ambientes de trabajo que en ocasiones no son los adecuados.

Admiro mucho a todos los que trabajan en transportes, en el caso de los conductores de Transantiago, conocí muchos cuando hacía Consulta Recorridos, la gente que trabaja en el Metro se queja de las personas pero en las micros los pasajeros se portan mucho peor, causan más destrozos y son más maleducados. Por eso, una conversación cálida es casi siempre oportuna, un momento de pausa entre tanto pasajero sin rostro, un pequeño lapso de jornada en que puedes dejar de ser un rol y ser tú.

Me despido de Martín, camino un rato hasta el auto de mi mamá y nos vamos a casa con las canciones románticas del año del queso que ponen en la Radio Pudahuel. ¿Les ha pasado que ciertas canciones llegan en el momento ideal para bajonearte un poco? Me he acostumbrado por años a ser impasible, pero por dentro hay muchas cosas que me duelen.

Le digo que el día lunes me pasó algo chistoso: Estaba en Rojas Magallanes, a una estación para hacer la combinación en Vicente Valdés. Por sonorización avisan -en códigos- de una avería en el tren que está en esa estación, vía 2 (la mía). En estos momentos quizás preferiría no saber que llegaré atrasado. Cruzo los dedos para que la avería se resuelva luego o evacúen rápido el tren. ¡Eso es lo otro!

– Ya nunca seré un pasajero más en el Metro, ahora entiendo lo que dicen por sonorización, es un poco triste cuando desaparece el misterio en esas frases.
– Por lo menos tus códigos son más entretenidos que los míos, ¿qué puedes esperar de un supermercado?

En casa, mientras mi hermana lee sus mangas japoneses, yo caliento agua y ella saca los panes a la mesa. Cada uno se va a su pieza, le dejo una galleta que le guardé en la micro sobre su velador, tomo el celular para ver la hora y prendo el computador para escribirle a una persona.

– Hoy me tocó en Plaza Egaña, ¡lo pasé muy bien! Una señora venía del supermercado, me vio un poco cansado así que me regaló un paquete de galletas para animarme. ¡Hay gente tan amable en Plaza Egaña!

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Escritor y Blogger de Transportes
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